ANDRÉS OPPENHEIMER
Escuchando al rapero cubano “Silvito el libre”—el hijo
del prominente trovador oficialista Silvio Rodríguez—
uno no puede más que concluir que los nietos de la
Revolución Cubana son escépticos con respecto a las
últimas reformas económicas de la dictadura de la
isla. Estuve con “Silvito el libre” la semana pasada, durante
una visita del joven rapero a Miami, y le pregunté
sobre una de las canciones de su grupo, titulada
“Háblame”. La canción dice, entre otras cosas, que
Cuba es un país sumido en la tristeza, donde la seguridad del estado persigue a los ciudadanos, y donde el comunismo sirve a los intereses de unos pocos. “Definitivamente, la mayoría del pueblo cubano está sumido en la tristeza”, me dijo Silvito. “Porque el cubano ha
cambiado mucho del cubano de antes. El cubano ha perdido la alegría, muchos han perdido la esperanza”.
Yo esperaba que Silvito agregara que el estado de desesperanza en Cuba se debe al embargo comercial de
Estados Unidos —la muletilla del régimen cubano para explicar todos los males de la isla—, pero Silvito ni
siquiera lo mencionó. Dijo que los cubanos son un pueblo triste porque “se sienten pisoteados todos los días por
la policía, por el gobierno, por las leyes, por todo”. Cuando le pregunté qué dice su padre sobre sus opiniones políticas, Silvito me dijo que Silvio Rodríguez “es una
persona muy libre y muy abierta”. Silvito agregó que su padre “siempre me apoyó en todo momento... El profesa
su sentimiento, y yo profeso el mío”. Silvito me contó que tanto su madre como muchos de sus amigos han sido acosados por la policía secreta. Por
no ser miembro del sindicato oficial de artistas, no puede cantar en conciertos masivos, y solo puede presentarse
en conciertos alternativos “una vez cada seis meses, más o menos”, me dijo. ¿Tú eres una excepción entre los jóvenes cubanos?, le pregunté, refiriéndome a su postura política. “No, para nada. La juventud cubana completa, o casi completa, piensa igual que yo”, respondió Silvito.
“La
juventud cubana completa, o casi completa, es víctima del abuso de la policía, de la separación de sus familias
por esto de Cuba y (el exilio de) Florida, y sabe lo que es vivir en Cuba y salir para la calle sin desayunar, y
montarte en una guagua (bus) para llegar a un trabajo donde alguien te maltrata, para cobrar prácticamente nada”. Le comenté que, después de 54 años de gobierno totalitario y con una de las censuras de prensa más rígidas del
mundo, uno podría suponer que la mayoría de los cubanos —especialmente los nacidos después de la revolución
de 1959— ya estarían bien adoctrinados. ¿Por qué no funcionó el adoctrinamiento gubernamental?, le pregunté. “Hasta hace un tiempo yo creo que sí (que funcionó,) porque todavía hay personas que creen en esa revolución.
Pero desde hace un tiempo para acá la gente se ha ido despertando. Porque ya ha sido mucho, ¿entiendes?”. Cuando le pregunté sobre las últimas reformas económicas del gobernante Raúl Castro, que ha flexibilizado las
restricciones para viajar afuera de la isla y ha autorizado a alrededor de 435,000 personas a trabajar en el sector
privado, Silvito se encogió de hombros, como diciendo que no estaba muy impresionado por las medidas. Cuba
ha autorizado en el pasado algunas reformas en el sector privado, solo para revertirlas más tarde.